
Como sucede habitualmente de unos años acá, las fiestas
navideñas me han permitido constatar una vez más la desaparición paulatina de
las clásicas postales de felicitación. Al igual que las cartas, las tarjetas
manuscritas han sido relegadas poco a poco por otras formas de comunicación
escrita acordes a los nuevos tiempos: postales digitales remitidas a través del
correo electrónico, SMS, Whatsapp, mensajes en los muros de Facebook..
Aunque reconozco la indiscutible utilidad de estos nuevos
medios digitales –más rápidos, más cómodos, más eficientes tal vez-, y a pesar
de que yo también me he acomodado a ellos, no puedo dejar de sentir que hay
algo que se ha perdido. Las viejas tarjetas navideñas requerían ser elegidas una a una –a
veces incluso confeccionadas manualmente-, y ser completadas con un texto diferente para
cada destinatario, todo ello rematado por la ceremonia de salir a la calle,
comprar los sellos, y dejarlas caer en el buzón más cercano. Y, a la inversa,
existía el momento de abrir el buzón de nuestra casa, atisbar los blancos
sobres depositados al fondo, la posterior lectura del nombre del destinatario y
el remitente, el reconocimiento de la letra familiar en el interior, y
finalmente la elección de un lugar visible del salón o la entrada donde
depositar la tarjeta, con su dibujo colorido a la vista de todos.
Poco queda de todo esto en las felicitaciones navideñas
enviadas masivamente para un amplio grupo de los contactos del correo, menos aún
en los genéricos deseos navideños colgados en el muro de Facebook, dirigidos a
todos y a nadie al mismo tiempo. Aunque, en consonancia con los nuevos tiempos, yo también he dejado de enviar Christmas en papel, no puedo dejar de pensar que en esta sociedad
con prisas no queremos pararnos a esperar pacientemente el goteo de cartas,
menos aún dedicar un rato de nuestro precioso tiempo a escribir un mensaje
diferente, único y personal, para ninguno de nuestros amigos y conocidos.
Sí que es verdad que da nostalgia ver una tradición que no se pierde, y yo soy la primera a la que le emociona recibir felicitaciones de Navidad, pero también la más perezosa a la hora de escribirlas, así que entiendo que estén cayendo en desuso.
ResponderEliminarSin embargo, lo verdaderamente importante es que se siga felicitando la Navidad, ya sea por postal, correo electrónico, WhatsApp, código Morse... y no comportarse como Mr. Scrooge (como, por cierto, me pasó a mí este año ;-)