sábado, 28 de julio de 2012

Drácula y el espíritu del mal

Se aclama a Bram Stoker como el gran autor de Drácula, pero parece que se le da más importancia a las numerosísimas adaptaciones de la novela y su enorme influencia en el cine que a la propia obra en sí. Si bien es innegable que su influencia es trascendental, la novela por sí misma tiene méritos más que suficientes que hacen que su lectura sea recomendable.
Cuando la leí hace unos dos años, me acerqué a ella con la curiosidad de leer un clásico que ya conocía sobradamente. Había visto hacía muchos años las películas de Bela Lugosi y algunas otras adaptaciones, especialmente, el Drácula de Coppola, en teoría una versión más fiel al original, cuya arrebatada historia de amor imbuida de Romanticismo me encantó en su momento. No me esperaba por lo tanto grandes sorpresas.
Y sin embargo, me sorprendí. Aunque el desarrollo de la historia era ya conocido (tengo que decir que la adaptación de Coppola no es tan fiel; la recuerdo bastante diferente en cuanto a la interpretación de algunos hechos), la obra mantuvo mi interés en todo momento, y la leí con tanta avidez como si no supiera qué iba a pasar. La historia está bien contada y no sólo mantiene el interés, da miedo, verdadero miedo. Por lo menos a mí. 
Pero lo que más me gustó de la novela, y el motivo por el que quiero recomendarla, especialmente ahora que los vampiros están tan de moda, es por el personaje de Drácula. Al de Bram Stoker no le veo tanta relación con el héroe romántico magistralmente interpretado por Gary Oldman, y mucho menos con los "vampiros" que corretean por el cine, televisión y literatura actuales. Es un vampiro de los de verdad, de los de las leyendas antiguas y la propia encarnación del mal: irresistiblemente seductor en un principio, pero finalmente horrible y aterrador. El no muerto.


 

2 comentarios:

  1. Uuuff, aquí nos metemos en aguas profundas.

    Es verdad que hoy en día existe la tendencia a convertir a los malos en héroes románticos al estilo byroniano, suavizando sus rasgos más perversos o presentando una justificación para ellos, y la película de Coppola es un buen ejemplo de eso. En el fondo, no deja de ser una apología del mal, aunque encubierta, pues aparece como algo atrayente y el bien (en la película, el personaje interpretado por Keanu Reeves) como aburrido y soso. Por eso me gusta cómo lo presentan los libros de "Harry Potter": el mal (lord Voldemort) es repelente y horrible, inspira asco y repulsión, además de miedo. Y es que, por mucho que en la vida real todos tengamos más de gris que de blanco o negro, las obras de ficción dirigidas a un público infantil o juvenil que presentan personajes que son la encarnación del mal (como los vampiros) no deberían tener esa ambigüedad moral. A veces, el mal es simplemente el mal, sin paliativos.

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  2. Como muchas personas, he visto varias de las recreaciones cinematográficas del mito de Drácula -la de Coppola, de hecho, me pareció una de las mejores- pero nunca he leído la novela. Gracias por la recomendación; puede ser un título interesante para tener en cuenta. En lo relativo a la forma de presentar a los personajes que encarnan valores negativos, pienso que en ello hay mucho de la herencia romántica, que todavía pesa mucho en el cine actual, y donde se tiene a hacer atractivos ese tipo de personajes. Lo mismo sucede, por ejemplo, con D. Juan, alguien destable en las primeras obras teatrales que lo recrean (pienso en la obra de Tirso), pero que es "redimido" y convertido en un personaje atractivo, incluso fascinante, para el público en el Romanticismo.

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